en el Financial Times del pasado fin de semana (diciembre 22) salía un artículo que trataba de forma irónica el ataque de mal gusto colectivo que nos sobreviene cada año por Navidad; traduzco: “hay algo en la Navidad que nos empuja a abandonar nuestra lucha contra la vulgaridad de una forma especial –tal vez sea porque se trata de una decoración temporal por naturaleza- y nos permite dejar aflorar al exhibicionista que todos llevamos dentros al menos por un corto periodo de tiempo”. algunas webs allí citadas relacionando Navidad y mal gusto (www.uglychristmaslights.com; www.tackylighttour.com) tienen imágenes realmente curiosas como la del pobre bicho de la foto: su visita se puede convertir en un pasatiempos en esas sobremesas densas e inacabables que son otra de las peculiaridades de la temporada…

por suerte para nosotros, la moda de electrocutar perros o echar a perder el paisaje y la ecología con cientos de bombillas de colores envolviendo las fachadas de los “acosados” del extrarradio todavía no se ha expandido por estas latitudes (tiempo al tiempo).

algo que me llama la atención es la invasión de iconos ajenos a nuestra cultura que desembarca con la Navidad : elfos, trineos, abetos, nieve, renos, “Santas”, en 2 y 3 D, en todos los tamaños y posturas, con animaciones y, lo peor, con música (en muchos casos, “carols” norteamericanos). diréis que tampoco el surf es autóctono y que nadie se queja de que se practique en España, es verdad. pero supongo que lo que me molesta es este doble juego de que por un lado la Navidad apela a la tradición y que por el otro se pervierte (iconográficamente hablando) con una ligereza que me resulta sorprendente. estoy por proponer un “anti Index-book” sobre el tema.

es lo que tiene el cocktail de globalización, hiperconsumismo y nuevas tecnologías, claro está, y no me quejo.

mucha gente está entrando en razón, y hasta las iluminaciones callejeras se están dignificando, pero aún así, algunas de las felicitaciones que recibo estos días me sacan de quicio: agradezco los buenos deseos, por supuesto, esto siempre; pero se me atragantan los Santas guiñando el ojo con un sonido de cascabeles de fondo, especialmente cuando vienen remitidas por los modernos o por los guardianes de las esencias de la innovación del país*

¡país!

en este contexto, entiendo que los de SIGNES, modernos e inteligentes como son, hayan optado por volver a las tradiciones y rescatar la representación de un motivo clásico en un formato generoso, sobre un papel de calidad y con una impresión cuidada, como aquellas felicitaciones que recibía mi padre en su bufete cuando yo era pequeña. entonces no me gustaban; ahora, al recibir ésta, me he dado cuenta de cuánto añoraba su elegancia, su contención y su pertinencia…

y en cuanto a mi, ¿qué diablos puedo hacer ahora para felicitar el año después de despacharme de esta forma? obligada a reprimir mi exhibicionismo, tengo que prescindir de alardes electrónicos, tipográficos y acústicos y conformarme con desear a todos un feliz año, así, con todas las letras y sin ni una mala estrellita de purpurina:

¡que tengamos todos un estupendo 2008!


* ojo los malpensados: no me refiero aquí al ddi, que ha hecho un invento moderno al que le faltan palabras y le sobran segundos, pero que en mi opinión no está mal. ¡como que lo ha hecho mi amigo Eduardo del Fraile!